Semáforo
Los dos sabemos que es imposible,
que tendremos como mucho 20 segundos para programar todo, para imaginar lo que
hubiera sido, el desastre en los matrimonios, el costo a pagar, la locura del
romance, el miedo a que todo en definitiva se diluya y que tengamos que volver
a nuestros hogares. Apenas han pasado 5 de esos segundos y ya te adivino el pelo
-que te arreglás suavemente- la disposición de tus delicadas manos en el
volante y quizás (no lo sé aún) una mirada incipiente hacia mí. Trato de
acomodarme en el asiento para dar impresión de fortaleza y seguridad y me
aseguro en el espejo retrovisor -al menos- no estar despeinado. Me cercioro de
que no lleves niños atrás y apenas suelto el freno para que avance mi auto y tener
mejor ángulo. Confirmo que debajo de tu camisa hay un cuerpo aún joven y trato
de disimular la mirada. Ya pienso en las charlas con mis hijos, en cómo
explicarles que todo empezó en un semáforo, uno de tantos perdido en la ciudad
y en medio de la rutina de un miércoles gris. Ellos se enojarán conmigo por
dejarme seducir así y tirar todo una familia por la borda. Entonces enderezo el
brazo y lo pongo firme en el volante, y así espero los diez segundos que quizás
nos queden para la despedida. Pero en ese momento veo que sí, que efectivamente
estás con tus ojos en mí y otra vez me ganan los nervios y la inseguridad.
Apenas si puedo devolverte la mirada, que no debería pasar de un gesto educado
y cordial, pero de a poco comprendo que la sostenés más de lo normal y un ardor
incipiente me recorre todo el cuerpo. Intuyo entonces las primeras citas, el
viaje a Paris, todo a escondidas, la infinidad de excusas inventadas, el recelo
de nuestras parejas y todo así, hasta que en un café perdido nos ve una amiga
de tu hija y todo se va al diablo, y llegan los reproches y las culpas. Sólo quedan
cinco segundos. El semáforo implacable marca el final y los dos sabemos que esa
mirada puente que se mantuvo mucho más de lo normal se transformará en el
movimiento de cuello que alguno de los dos deberá hacer para fijar la vista
adelante y detener toda esta locura, los divorcios, la clandestinidad, porque será
un miércoles gris y de rutina pero no hay nada como la tranquilidad de la llave
en la puerta y la calma previsible de la casa, mientras el verde llega
puntual y ahora sí, los aceleradores cumplen su destino fatal apenas veinte
segundos después de una vida de locura.
Genial querido Macho !!!
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