Reversible
Llueve.
Ahora todo me duele.
Ellos no me
lo decían de frente, claro, pero con cierta frecuencia deslizaban que la
niña no era más que un fruto de mi imaginación. Quizás mis amigos
después de todo hayan tenido razón, aunque ya no están conmigo para
acercarse al tema disimuladamente -como en esas largas tardes de mate- y
cuestionar la propia existencia de la pequeña y escurridiza Cecilia.
Aún dudo, pero por las noches creo sentir sus gritos infantiles cerca
del rancho que alguna vez la vio crecer. Algún día, si hay justicia,
vendrán por ese tío miserable y le harán pagar tantas amenazas y tantos
miedos infinitos. Pero lo cierto es que ya no la tengo conmigo. Recuerdo
que jugábamos siestas enteras, una y otra vez, con eso de las historias
que se mordían la cola.
Mientras me gana la nostalgia, otra vez se acercan las nubes, las lluvias y la tristeza.
Siempre fue bello pensar en mi amiga Cecilia.
(Pd: puede que este relato se deje leer, como lo anticipa el título, de
adelante para atrás y de atrás para adelante. Así de volátil es
Cecilia)
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