Inercia
La maldita página en
blanco sigue burlona, llena de inercia, de lugares comunes y previsibilidades.
No sé cómo salir de ella,
ni cómo salir de vos. Son muchos años y el envión de este matrimonio cansado
nos lleva por cualquier lado. A su puro antojo.
Intentamos encontrar
sorpresa donde ya por definición jamás la habrá.
Intuyo a tu amante y vos
mis deslices de verano. Y de invierno.
Nos miramos en el café. Me
tomás la mano casi de un modo maternal.
- Los chicos ya están
grandes.
Se te escapa el brillo de
lo que seguramente es una lágrima.
Pido la cuenta y
extrañamente, como apresurados, empezamos a llenar esta página. Nos metemos en
los detalles de cómo será mi futuro departamento de soltero. Me alucina pensar
que hemos decidido -de algún modo extraño- no hablar del centro de la cuestión
(nuestra separación, te dejo, no me querés más, tomemos un tiempo y tantos
etcéteras). No. Hemos empezado en complicidad por los asuntos laterales, por
los precios de los alquileres, por la posibilidad de que quizás cada tanto me
visites cuando venga alguno de los chicos. Me río. Ya imagino mi querido
escritorio -hoy sepultado de libros- lleno de plantas en unos pocos días, para
que por fin ganes la pulseada (una más de tantas) y aparezca por fin tu pequeño
jardín interno en la casa.
Por un rato hacemos
silencio. Creo que muy de a poco me soltás la mano. Evitamos mirarnos.
Suena de fondo un tango, y
el tráfico de media mañana.
Ya no somos.
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