Deseo
Estaba agitada, se le cortaba
la respiración y la noche cerrada hacia más difícil que escapara de mí sin
correr riesgos de tropezarse o golpearse con algún muro repentino. Tuve piedad
por un instante, frené para verla correr y casi desisto, pero otra vez el deseo
me ganó y la seguí persiguiendo al menos por unas cinco cuadras más.
De repente se detuvo en el
medio de una plaza mal iluminada. Sólo estábamos ella y yo. Alcancé a
explicarle entre palpitaciones que ella era mi musa y que por favor no se
escapará más. Le dije algo de mi historia de escritor y de mi mal estado físico
que creo le arrancó una sonrisa. Al rato, con un poco más de aire y siempre a
cierta distancia me contó que ella sólo era una chica común y que no entendía
nada de lo que yo le decía. Me alcanzó con eso. Le tiré un beso al aire como
reconocimiento y creo que pedí disculpas mientras me iba a las corridas a
buscar mi viejo cuaderno, que en la carrera se me había caído de la mochila
unas cuadras atrás. Creo que al doblar la esquina percibí en ella cierta
melancolía. Lo cierto es que esa mirada nocturna por fin me sugirió un relato,
que ahora termino de garabatear a las apuradas en el viejo cuaderno mientras me
seco la transpiración. Sé que jamás volveré a verla, y que si algún día nos
cruzamos será lo que me dijo, una chica común, vestida de rutina, y yo
disimularé mirando para otro lado, y todo será gris, como desde siempre.
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