Líneas
La Recoleta, se sabe, es pródiga en austeridad y silencios. En su cementerio nadie se atreve a profanar la memoria de tantas décadas y linajes. Los grupos de visitantes van guiados por inefables estudiosos de los mausoleos. Ese momento -hay que decirlo- se transforma cada tanto en aburrido y desconsuela pensar que ya ni remotamente hay lugar ahí para nosotros. Todos los ilustres han copado por completo el cementerio y sólo queda resignarse a visitar esos metros cuadrados de mármol y muerte.
Lo que puede verse con alguna sencillez es la línea inevitable entre el final del pasillo, (permanentemente escoltado por tumbas de ilustres), y la escena que del otro lado de los ladrillos emula -otra vez- el mirar rencoroso y la posibilidad tangible de alguna puñalada. Lo sé yo, como testigo privilegiado de estos párrafos que insisten en encontrar similitudes, pero no lo sabe nadie más. Quizás lo intuya la historia y la sapiencia colectiva, no puedo asegurarlo, pero por cierto nadie me acompaña en esta certeza instantánea de que justo donde termina el sendero del cementerio y empieza el enorme muro se reproduce la causa de la muerte.
Pero la línea insiste y va ayudando a que estos párrafos encuentren de a poco ese rastro de vida que el cementerio aún está dispuesto a dar, porque -si bien se mira- del otro lado del enorme muro, ya en la calle, donde la realidad se vuelve profana y descolorida, dos muchachos y quizás tres, empujados por la excesiva cerveza y el desánimo de la noche colaboran para que esa danza del duelo y las miradas rencorosas otra vez cobre vida.
Y la línea se ve cada vez más clara, ayudándome a entender cómo la anécdota que recita el guía en el lado solemne del muro, se repite a unos pocos metros, en la calle, con navajas improvisadas y empujones inevitables (allí en la tumba el reconocido político de honor que supo batirse a duelo en el final del siglo XIX, acá en la vereda y cerca del tráfico furioso, unos muchachos que a su modo reproducen el absurdo.)
Quizás un grito apagado, el ruido de una corrida y alguna sirena policial del lado de la ciudad interrumpan al guía, pero sólo será por un instante.... todos colaborarán para dejar pasar el episodio, para disimular, para elegir el mármol, el duelo romántico, el silencio sobrio, la memoria.
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