Pasatiempos
En New York hay un viejito taxista -de lo más simpático- que tiene un libro de cuentos en el respaldo del acompañante. Cada tanto alguno lo saca para hojearlo, sobre todo en los interminables embotellamientos. Entonces el viejito espera que el pasajero esté lo suficientemente concentrado, empieza de a poco a subir la velocidad y en el momento menos esperado pisa los frenos. Inevitablemente, como ya sospechará el lector, el pasajero entra de bruces en el libro, yendo a parar a alguno de los cuentos al azar. Después el taxista para en algún bar a tomar algo y -libro en mano- lo busca como nuevo personaje entre sus páginas. Los pasajeros - encerrados allí para siempre- lo blasfeman al principio pero tarde o temprano se resignan, se adecúan a sus personajes y a sus nuevas vidas.
Prefieran entonces el subte si no quieren terminar atrapados como yo, profundamente aburrido, contando esta extraña historia una, y otra, y otra vez.
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