Historia en micro
El problema principal es saber que uno no cuenta con más de quince minutos para desarrollar la historia de Don Gutiérrez y su hermano. Es lo que dura el viaje en micro. Una vez vencido el plazo no hay chance de seguir. En ese momento la vida seguirá, las obligaciones nos interceptarán y el tiempo nos alcanzará con sus interminables brazos. Apenas hay unos minutos para decir que el problema fue por un alazán del que hablaba todo el pueblo. Que hubo un disparo confuso y una herida mortal y que la madre nunca quiso escuchar los rumores que inundaron el lugar. Se dice también algo de un lío de polleras y quizás de una deuda incobrable. Lo cierto es que el trayecto del micro termina en breve y puede que el tiempo no alcance para contar esa otra historia que es la de los bares, pausada, llena de detalles. Ahora se acerca el fin porque la leyenda de los Gutiérrez apenas si puede respirar y relatar lo indispensable en ese otro tiempo encapsulado que no dura más de veinte minutos y que deja tranquila a la madre y la acompaña incluso al lecho de muerte. Ahora uno toca el timbre, baja y es todo -otra vez- bocinas y tráfico y problemas cotidianos. Y vemos escapar a la historia de los Gutiérrez para siempre en el micro que acabamos de abandonar, y nostálgicos repasamos entonces las tareas que nos quedan del día, para no olvidarnos nada.
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