viernes, 29 de mayo de 2015

Creer
--------

Atardecía. Ya habíamos tomado bastante.

- En serio... - vamos a buscarla.

Sonreí y procuré cambiar de tema porque el diálogo me estaba poniendo nervioso.
Pero no hubo caso, el tipo insistió, invocó nuestra amistad de décadas y que estaba muy solo en este mundo.
No pude resistirme y ya estábamos tomando el tren en Madrid en busca de la casa histórica de Cervantes.
Me daba vergüenza la sola posibilidad de que nos encontráramos con alguien conocido. Yo iba a negar todo de plano, pero seguramente Julio desplegaría su plan con lujo de detalles y me dejaría en el ridículo más ilevantable.
Después de horas de mirar por la ventana del tren pusimos pie en el viejo pueblo donde está la supuesta casa del genial autor del Quijote. En medio de los turistas y la gente nos escabullimos por la parte de atrás hasta dar con la medianera de la casa.

- Hasta acá llego- le advertí a Julio.
Me miró desilusionado

- Vamos, es un poco más y nos metemos al jardín. Te prometo que buscamos un rato en la tierra y nos vamos.
No podía creer estar acompañando a ese delirante. Llevaba un par de palitas de plástico para  remover mejor el jardín. Me convenció y aprovechamos la noche incipiente y el ruido de un tren para saltar la cerca.

Unos minutos después alguien me tocó la espalda.

- ¿Qué hace? - dijo el guardia
-...... No... nada...- alcancé a balbucear

En ese momento advertí que en verdad estaba solo.
El papelón fue mayúsculo y tuve que inventar cualquier cosa ante los enojados oficiales. No me salvé de la multa, claro.
Ahora garabateo esta historia y como en la vejez ya no me queda vergüenza confieso que el plan de Julio era buscar la mano de Cervantes, la famosa, la que perdió en Lepanto. Julio aseguraba que sin lugar a dudas el escritor después de perderla la había enterrado en algún lugar, y lo más probable es que fuera en su misma casa. Las razones literarias -para él- eran más que evidentes. Recuerdo que en medio de una maravillosa borrachera y después de leer a los gritos algunos pasajes memorables del Quijote soltó: ".... Si con la mano que le quedó sana escribió semejante genialidad, la que le cortaron no pudo escaparle al destino...
a su modo debe haber escrito algo.... cae por su propio peso... hay que ir a buscarla."

Me seco las lágrimas de la risa mientras anoto estas últimas anécdotas. Igual no entiendo que pasó con Julio, cómo fue que desapareció de mi lado, cómo fue que jamás lo pude encontrar.
Un desliz de melancolía y otro tinto que descorcho en su memoria me ayudan a creer que quizá en algún lugar de su alma tenía razón, que la mano solitaria lo escribió, lo llamó Julio, nos emborrachó, nos subió al tren y finalmente me abandonó a mi suerte para -muchos años después- convencerme de ventilar esta indefendible historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario