Don Torres
Se declara livianamente que la batalla de Maipú fue
en tal año, que tuvo tal o cual modalidad y que vio ganar a cierto
ejército. De ese sencillo modo la ubicamos -seguramente- en algún
nostálgico momento de la escuela primaria, hace ya tiempo perdida en la
infancia, y nos quedamos tranquilos pensando que San Martín y Chile, que
el mapa, que la bandera, que las bajas realistas, por lo que sin mayor
conflicto cambiamos de tema. De ese modo, entonces, encadenamos con
el asunto que sigue y así es como guardamos todo en miles y miles de
estantes, con pequeños rótulos... la batalla de Maipú, el precio del
tomate, el asesinato de Kennedy, la poesía de Storni, el recorrido del
8. Nos tranquilizan y nos hacen especialistas en los más variados
tópicos. Pero Don Torres quedó estancado allí, no pudo superar la
batalla de Maipú, disculpen que insista. En cuanto se enteró del asunto
(la leyenda dice que extrañamente fue ya de grande, en el campo, en una
nocturna charla con su abuelo) no pudo sustraerse jamás a estudiarla,
intentar revivirla, fabricar uniformes y armas, escribir sobre ella,
hablar y hartar a sus familiares y amigos sobre el tema, sumar
divorcios, urdir bibliotecas y buscar anécdotas hasta el cansancio, al
punto incluso de hacerla más trascendente de lo que fue.
El pueblo
lo odiaba. Toda su existencia fue devorada -inexplicablemente para
nosotros- por esa batalla sanmartiniana, hasta que murió. Los deudos en
presumible venganza se rehusaron a hacer cualquier mención en su lápida
sobre semejante obsesión, pensando de ese modo liberar de una vez a Don
Torres del flagelo que se lo llevó en vida. Con tranquilidad y alivio
dejaron el cementerio ese día, y se prometieron jamás volver a mencionar
la batalla, (lo que, irónicamente, no hizo más que volver a traerla a
su recuerdo personal una y otra vez.)
Cada uno siguió con su vida.
Médicos y psicólogos ensayaron explicaciones insuficientes sobre el
síndrome de Don Torres, y más de uno a partir de entonces vivió con el
temor de ser absorbido por algún tema, para nunca más poder dejarlo.
El universo acecha, y tarde o temprano nos tragará sin piedad el asunto
que fatalmente nos ha elegido, y que en algún lugar nos espera con
milenaria paciencia. O quizás ya estemos en él, sin advertirlo.
Atrapante !!
ResponderEliminarFelicitaciones