REUNIÓN DE AMIGOS
Nadie se asomó después del disparo. Yo me hice el distraído y cerré la cortina de la cocina, como si nada hubiera pasado. Los invitados hicieron lo suyo… nadie reaccionó mal ni se puso a hacer preguntas. Al rato, el asunto ya era parte del pasado y recién al día siguiente -cuando vimos el cadáver debajo de los papeles en la portada de los diarios- nos dimos cuenta que ese balazo fue el mismo que escuchamos. Pregunté entre los vecinos si alguien sabía algo, pero no obtuve mucho más que rumores. Prendí esa noche la lámpara de la mesita de luz, dispuesto a perder el asunto en el olvido, y me dormí en medio de mi acostumbrada soledad.
Fue entonces cuando Oscar, medio a los golpes, me levantó sin siquiera hablarme. No me quejé. Me senté en la cama y me dispuse a escucharlo.
- Dale que nos vamos – susurró mientras sacaba unos libros de mi biblioteca y dejaba un tinto a medio tomar en la repisa.
- ¿Qué pasa….? – no pude resistirme a preguntarle
- Dale… boludo… dale que nos vamos
Los álamos del otoño se veían imponentes afuera de la casa. Sentí miedo. No supe adónde íbamos, y al rato el viejo Dodge de Oscar arrancó obediente con nosotros dentro.
Eran casi las dos de la mañana. Silencio profundo, nadie en las calles. Entonces se escuchó un disparo. Sentí un calor intenso en el pecho y sé que Oscar me empujó del auto con fuerza antes de acelerar. Entendí que no tenía esperanza alguna cuando -allí tirado e inmóvil- alguien me cubrió con papeles…, y menos aún al divisar un hombre mirándome indiferente y cerrando la cortina de su casa, en medio del ruidoso murmullo de una reunión de amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario