jueves, 31 de mayo de 2018

Bip

La pandemia fue devastadora. Lenta y metódicamente terminó con todo rastro de vida en la Tierra. Sólo quedaban máquinas deambulando en el planeta, pero el tiempo se encargó de esperar para verificar cómo de a una iban perdiendo sus fuentes de energía, quedando paralizadas -como objetos absurdos- para el resto de la eternidad. En un Universo vacío y carente de sentido, el azar determinó que un pequeño teléfono inalámbrico fuera el encargado de emitir el último sonido que registra la historia. Efectivamente la pequeña alarma -que denuncia que la batería se está agotando- sonó tres veces. El último bip fue, después de millones de años de historia, la última prueba de que quizás haya habido vida en medio de la nada. 
Pero nadie estuvo ahí para escucharlo.

sábado, 26 de mayo de 2018

INTERSECCIONES

Al principio es una tontería de chiquilín, un ir caminando por la calle y ver la carta sobre el felpudo como una posibilidad  remotísima, alejada del sentido común y de la mínima urbanidad. Luego la consideración de las vacaciones, ese factor cálido y peligroso que es como si alguien te pusiera miel en el dedo, sabiendo que tarde o temprano va a salir la lengua, fiel a su condición, y lo terminará dejando limpito y sin rastro de miel alguno. Porque claro, no es lo mismo este Enero caluroso, de celosías cerradas y sensación de ciudad semi-fantasma que un Julio activo y trajinante. En Enero esa carta ahí es como una invitación a la propiedad colectiva, a la aventura sin tanto riesgo, al zarpazo oportuno y avivado, a la tontería de niñito.
Entonces sí, las rejas ya quedan a las espaldas de uno, el hecho perpetrado e irreversible, y eso más la adrenalina que ataca puntualmente hacen que en pocos segundos esté con la carta en mi poder, válgame Dios, qué chiquilinada impresentable, ahora caminando por la vereda como hasta hace un rato pero con una carta ajena tomada de un felpudo, de una casa, de una vida ajenas.
Y lo cierto es que la paranoia ataca cada vez con más certeza, y cada pequeña cosa pareciera una alarma que va a despertar a los vecinos, y todo se irá al diablo. Pero inmediatamente la defensa, la sensación de que nadie me vio, nadie me puede haber visto por esto de la ciudad fantasma y todo lo demás.
Ahora sí, lámpara, cigarrillo, silencio de pieza, privacidad para el ladrón que con cierto morbo usa la tijera para cortar el extremo de la pobre carta indefensa, rogando a Dios que no sea una mera boleta por pagar o algún mensaje familiar intrascendente de la tía Anahí..., aunque nada pareciera asegurar suspenso al principio del texto, miércoles 12 de Febrero, mirá Julián me parece que lo de los muebles lo tendría que ver el abogado o el martillero y por lo demás no te hagás problema porque mi mamá lo va a ir a buscar seguro en las próximas semanas, blablablá y todo lo demás, cuentas y detalles de trámites, puta, para qué carajo la habré sacado, así, arriesgándome a que me vieran, no se puede creer, aunque esto ya lo hemos hablado y me parece que no tiene sentido repetirlo acá, blablá, por Dios no puede ser que las cuatro carillas esté hablando estas pavadas, la noche sabrosa planeada unos instantes antes con el texto violado era ahora el odioso relato de vaya a saber qué diligencias, aunque sé que no es muy valiente de mi parte yo prefiero darte mi versión de las cosas ahora tranquila y por escrito, porque si no terminamos discutiendo sin sentido, y ninguno de los dos escucha al otro como vos decís siempre, yo creo que estos días de silencio tuyo son más que definitivos, y aunque digas que mi obsesión por viajar no es la solución de las cosas y solo se trata de escaparme de la realidad yo creo que nuevos horizontes siempre vienen bien, y tengo que aprovechar tener esa prima en España, que siempre me ha dicho que vaya a visitarla, como vos bien lo sabés porque miles de veces te dije que fuéramos los dos, pero vos de puro tozudo sin ganas de ir ni siquiera a la esquina, encerrado todo el tiempo con tu pasión por las pinturas y los croquis, hasta que yo dije basta porque necesito tener otra vida y decidí emprender la travesía, que me parece que es en verdad una travesía por nuestras historias, para ver si algo de esto nos puede servir a los dos y encontramos cada uno su camino..., sí ya sé que es doloroso y muy unilateral lo que hago pero al menos te doy esos días de los que te hablo al principio de la carta para que nos veamos y si querés me aclares lo que te pasa, de modo que si al momento de tomar el barco no has cambiado de parecer (..., sí, el barco, no te rías de nuevo de mi miedo a los aviones...), entenderé tu ausencia y la respetaré. Entonces correr desesperado al principio de la carta, y confirmar con cierta culpa este sábado irreversible y entender sin mucho esfuerzo que hoy es el último día, que hoy dentro de unas horas precisamente toma el barco (no pone la hora..., es increíble que no haya puesto la hora de salida) y yo como un idiota con este mensaje en la mano que ahora seguro que no llega al destinatario, es viernes por la noche, ya sábado en verdad, son las tres de la mañana, aunque es cierto que ha estado tirado en ese felpudo todo el miércoles, jueves, y hoy, de modo que este tipo por ahí ni está en la casa y jamás la hubiera leído..., no tiene sentido hacerse problema..., mirá que hay que ser retraído y aislado para estar tantos días encerrado sin siquiera salir a la puerta de casa a mirar un poco el sol y encontrar la carta..., salvo que la haya visto y no la haya querido leer al reconocerle la letra en el lomo..., qué se yo, la verdad que se joda, de todos modos sabés que te adoro, que pusimos todo de nosotros para que esto saliera adelante y sé que si no venís al puerto lo nuestro habrá terminado de una manera adulta, sin peleas ni agresiones, cada uno siguiendo su propio modo de vida y todo lo demás que siempre decimos. Increíble que sea tan descuidado el tipo, para colmo que los barcos salen todos por la mañana, yo no lo agarro más, pero qué estoy diciendo, como mierda le explico que yo tengo la carta, que se la robé de la puerta de su casa, imposible, si hasta me pueden meter en cana por el chiste..., que idiota, yo mejor la tiro y listo, que se arreglen, pero nada de eso y a la mañana siguiente al puerto como un soldado, y la mirada escrutadora sobre miles de personas, que no tengo idea quién puede ser, si al menos supiera que va a estar sola pero seguro que vienen con la madre o quizá alguien más, jamás podría distinguirla..., tampoco suena muy sensato andar con la carta en la mano a la vista de todos tipo señal porque es un camino sin regreso..., ella que se entera y yo que voy a parar al calabozo, tarde o temprano será para lío, mejor meterla aquí en el bolsillo interno del sobretodo y ponerme sobre esta baranda de la terraza, aquí se puede observar bien a todos los pasajeros sin ser visto, aunque apenas tengo mi intuición para ayudarme, cómo sé yo quién es ella, y aun así de qué modo me presento, esto sí que es absurdo, será mejor quedarme y ver en cada mujer sola la posibilidad de un romance que se despedaza, claro, todo muy bien hasta que la veo ahí, parada en medio de dos o tres grupos que nada tienen que ver con ella y entonces no lo dudo un instante, y no puedo evitarlo, y bajo las escaleras como llevado por un demonio y me le acerco cada vez más, por la espalda, muerto de miedo, hasta quedar a no más de un metro, y sí, otra vez lo veo claramente, y entiendo por qué ese contorno de pelo rojo oscuro fue la obsesión de tanto tiempo, y lentamente me alejo, y comprendo que tenía razón, que esa imagen no era caprichosa y justificaba mi obstinación, mi locura por plasmarla en el lienzo de una vez, con la exacta amalgama de colores y tonos, con los barcos de fondo y la muchedumbre completando el paisaje, entonces correr desesperado para evitar que se me escape de la retina, y entrar a los tropiezos a la casa, pisando el felpudo que ahora sí creo reconocer, pero que no me importa, ahora sólo me afecta ella, su imagen de nostalgia y despedida que tanto tiempo hace que busco para eternizar aquí en la tela, a costa de sus reclamos, de golpes en la puerta y de una merecida fama de loco entre la gente del barrio.    

miércoles, 2 de mayo de 2018

Agua

Graves los silencios que siguen a las campanas. Duelen.
De a ratos salíamos del almacén a mirar para el otro lado de la ruta pero la iglesia ya no denunciaba más sonidos de boda. Alina lloró. Su pretendido de tantos años ahora se iba en brazos de otra con el consentimiento -para colmo- de la interminable iglesia católica.
No supe qué decir. La vida seguía, pero no quería tener la responsabilidad de pronunciar la trivialidad siguiente para disimular el espanto de la pobre Alina.
Nos metimos en el lago por el caminito de nuestra infancia y allí nos quedamos, al borde y mojándonos los pies.
Hoy la recuerdo como se recuerdan las leyendas. Sólo yo sé si en verdad ella era tan especial como dicen acá en el pueblo. Pero así son las ausencias trágicas y lo que generan en la gente. El lago lleva su nombre y las paradojas quisieron que el mismo cura que casó a Sebastián sea ahora el que le tira agua bendita bautizándolo Alina.
Mis malos años de escritor y la falta de memoria ya no me permiten reconstruir en detalle lo que pasó con ella. Una y otra vez garabateo posibilidades en el cuaderno ante la mirada desconfiada de mi esposa, que siempre sospecha un romance oculto ante tanto interés por algo que pasó en la juventud.
Me visto desganado. Voy al lago como todos los viernes a charlar un rato con ella y conmigo mismo. Creo que suenan las campanas de otra boda a lo lejos. Ahora el tráfico moderno apenas deja oír los sonidos del pueblo.
Mientras juego con el agua entre los dedos más que recordarla me recuerdo.
Me recuerdo siendo Alina, el novio ausente, el cura, mi esposa, el lago y yo. Todos disgustados y amuchados en este cuaderno de papel mojado y tinta que ahora se disuelve en azul... ahogándonos despacio... perdiéndonos en el agua, para siempre.