viernes, 28 de agosto de 2015

Modos

No era necesario que caminaras tanto. De un modo u otro nos íbamos a encontrar, y yo prefería descubrirte con el semblante más fresco, más relajada, sin tanto rimel corrido ni preocupada por tu aspecto o por la transpiración incipiente de ese mediodía en Roma... Pero en fin, tu obsesión pudo más, y acá estamos, yo esperando afuera del baño de mujeres y vos haciendo vaya a saber qué cosas que hacen las damas en los toilettes, misterio que jamás hombre alguno develará. 
Guardo para dentro de un rato un libro de ensayos, y te espero en medio gente que pasa por la terminal. Todavía tengo gusto a miel en la boca, nunca dejaré de ir al “Tándem”, por más que te parezca caro. Don Antonio es un excelente cocinero y además sus medialunas y los cafés de domingo tienen el valor agregado de que los hace con ganas. Es evidente que se esmera cada vez que prepara uno. Se puede notar en la presentación y la distribución de cada elemento sobre la bandeja. No me importa si es caro, ya te lo he dicho. 
Suena “Sister Moon” y me reconcilio un poco con la vida y con tu demora. Dudo en prender un rubio, confío en mi mala suerte, porque cuando lo encienda vas a aparecer y ya te veo regañándome casi con la misma cara que mi madre en aquellos tiempos... No salís. Ya no sé qué hacer, pero intento disciplinar mi impaciencia. Me da fiaca sacar el cuaderno de apuntes para garabatear el esbozo de cuento que se me ha ocurrido. Ese perverso cuaderno está bien abajo en el bolso, entre las remeras, ...  De todos modos jamás seré alguien en la historia de la buena literatura. Mejor que quede ahí. Me divierte pensar que ha huido del bolso en un acto de lucidez y justicia divina, al tenebroso País de los Libros de Malos Escritores, región que la sufrida literatura saluda con beneplácito cada vez que un nuevo integrante se acerca.
 Creo que voy a tener que repasar todo desde el principio para poder decírtelo sin que te dé un espasmo. Cuidaré cada palabra, y seré paciente. Pero ya no puedo esperar más, y tampoco quiero. Sé perfectamente que tu primer reclamo será que haya esperado tanto para comunicártelo, y con toda la razón del mundo. Mi cobardía tiene matices detestables, cercanos a la humillación. Pero bueno, hoy será, apenas salgas del baño te diré como casualmente que nos vayamos a tomar un café, que yo pago, y me pondré cariñoso, amable, como en las primeras épocas. Incluso quiero que sospeches de esa repentina suavidad mía, y que eso te ponga a la defensiva o al menos con sensación de dulce alarma. Aceptarás, seguramente, para evitar que vuelva a escena el gruñón de estos últimos años y disfrutar del repentino amable que te invita a desayunar sin mayor motivo. 
Me imagino que será después que el mozo nos traiga el pedido, no antes. Hasta ese momento serán trivialidades, o quizá recuerdos comunes de los días de cortejo en casa de tu abuela. Sé que te gusta rememorar esas cosas, y aunque sigas sospechando que algo traigo atrás de esto, será la mejor táctica para decírtelo.
Sin demasiados rodeos llegaré al punto antes que termines el café doble que seguro pedirás. Cuando me mires con tus ojos enormes y se dibuje tu primera mueca de sorpresa entenderé que ya es hora de pedir la cuenta. Como siempre, responderás con silencio. Me mirarás en ese gesto extraño que has tenido siempre por el cual te gusta mantener la intriga sobre cuál será tu próxima reacción, sabiéndote dueña de la situación y en el indiscutido centro de la escena. Pero esta vez te sorprenderá que no espere callado tus palabras y que me incorpore para irme. No sé si de puro sugestionada empezarás a sentir los primeros dolores y síntomas..., creo que sí. Pero será mejor que esa última imagen que me lleve sea la más saludable posible. No sé porqué me viene a la cabeza que repetirás algún tic para  arreglarte el pelo o acomodarte el rimel mientras me ves partir. Hay cosas que nunca vas a cambiar.
Me iré despacio, lo sé. Tu silencio me pesará en la espalda, pero me imagino que eso será sólo los primeros treinta años. Después, supongo, llegará la costumbre. 

jueves, 27 de agosto de 2015

Círculo

Cientos de miles de servilletas esperan pacientemente en los cafés de todo el mundo la inspiración de escritores de toda laya. Aguardan atentas para no servir de meras limpiadoras de labios y ser en cambio usadas en ideas literarias maravillosas y urgentes, esas que no pueden esperar al papel o a la pc. Tomo una de ellas y anoto:"servilletas-café-escribir algo" Y con dulce perversión, todo vuelve al principio.

sábado, 15 de agosto de 2015

Caminos

Ahora Liliana me da la torre y la coloco como si nada en su lugar del tablero, a la eterna espera de una nueva partida. Está con polvo y se nota que ha sufrido algún ajetreo porque se le adivinan machucones en la base y algún quiñe que la despintó. Pero se yergue segura de sí misma… vamos, que aquí no ha pasado nada, somos otra vez ajedrez, roles, previsibilidades de juego, y no el impredecible periplo que bien podría ser el lado b de la misma historia, ya se sabe cómo son esas cosas, empieza con una discusión, una pavada de si moviste vos o yo, a quién le toca, pura distracción y la pobre torre botín de guerra entre manos apretadas y sudorosas, y la discusión que se pone un poco tensa y de ahí al insulto fuerte sólo un paso, y para qué... La torre termina en el piso sobre la alfombra, casi escondida bajo la cama, apenas asomando, pero la pelea quedó, esas cosas que se dicen y que tanto hieren, mirá, mejor me voy a tomar un poco de aire, no te aguanto más, ma sí, andá, todo por una jugada de ajedrez, pero ahora la bola de nieve es demoledora y entonces esa noche ella que se sumerge en brazos de otro porque está harta de los maltratos…y bien se sabe que siempre quedan amores inconclusos a los cuales recurrir cuando pasan estas cosas, y a su vez el dueño de los brazos que por hacer de amante faltó a su otra cita (de puro apasionado se olvidó, la verdad), cita de la cual podría haber surgido algo interesante en el trabajo y ni te digo el viaje a España que tanto le prometieron, pero a una cita no se falta, eso es falta de interés acá y en cualquier lado, entonces un teléfono se levanta y dice no, no vino, que lo ocupe la chica nomás, esa chica en Córdoba que tanto ha esperado la oportunidad para el viaje a España y le suena el ring y no puede creerlo, valijas, pasaporte, todo a las apuradas en apenas dos días, besos a todos, les escribo cuando llegue, a ver cómo me va, y llantos en el aeropuerto y más llantos al otro día cuando se ve que las alas del avión en el mar son ésas, y las familias desesperadas esperando ese milagro que no va a venir, nadie sobrevive allí en el agua helada, y unos días después mientras mira esa noticia terrible en la televisión la mujer que limpia en la casa encuentra la torre probablemente pisoteada por los chicos – que no cuidan nada- y se la da a Liliana, que a su vez me la devuelve y yo le cuento así como al pasar que hace mucho que no jugamos en esta casa, aunque creo que la otra vez Mariana y su novio jugaron un rato, qué descuidados, a ver dame que la dejo de nuevo en su lugar.

sábado, 8 de agosto de 2015

Viajes

No puedo darme el lujo de ponerme en el final de la historia porque nada ha ocurrido aún. La moneda está en mi mano y no ha comenzado el derrotero interminable que sí se ha iniciado en mi mente. La puedo palpar, la presiono para sentirla mía pero sé que tarde o temprano deberá seguir el mandato del destino y alcanzar a esa otra moneda que en mis pensamientos ya se cayó del bolsillo trasero para ir a parar a la tierra de mi jardín sin hacer el menor ruido, cobrando vida propia, esperando paciente a que mi pequeño hijo la tome jugando y la lleve sucia de tierra a su camión, pero qué hace esta moneda acá mira si te la metés en la boca, a ver dáme, y de ahí a la cartera de la madre, al vuelto del taxi, al pago del café de la mañana, a la ranura de la máquina, al banco, al pago del jubilado, al nieto que siempre espera esos pequeños gestos del abuelo, a la golosina, y así, mientras yo corro desesperado al principio del relato para tenerla otra vez en la palma de la mano y sentirla mía, aunque sé que ya es tarde, porque por más que allí aún pueda tocarla ella conoce su destino y sólo espera un descuido mío para entrar en el círculo infinito de pequeños traspasos, trajinar enloquecido al que ésa y cada una de las monedas del mundo están sometidas todo el tiempo, al borde del infarto..., y nosotros acá viviendo, como si tal cosa.

sábado, 1 de agosto de 2015

El manicomio de la calle Vieytes

Durante mucho tiempo éramos sólo el túnel y yo. De algún modo ese pedazo de terror era un tesoro mío, y aunque me moría de miedo por las noches, al menos me sabía dueño de algo que únicamente a mí me pasaba.
Nunca ocurría antes de la una de la mañana,  pero a esa hora, no sé si por mi sueño de borrachera o porque en verdad sucedía, los ladrillos de mi pieza de a poco se ablandaban, se abrían y me comunicaban directamente con el París de los años 50, y contra mi voluntad pasaba vestido de linyera hasta que daban más o menos las doce de la noche en esa ciudad. Entonces regresaba.
No podía evitarlo. Empezó con la lectura insistente de algunos autores franceses que aún hoy me niego a abandonar y terminó en ese viaje nocturno que iba desde mi habitación del manicomio (sólo después entendí que era un hospicio, claro) hasta el viejo bar Richielle que me esperaba todas las noches. Era un transitar violento y llegaba al otro lado con dolor en los huesos y un efímero lapsus en la memoria. Al rato, en medio de palmadas y uno que otro vaso de agua en la cara, escuchaba las primeras quejas en francés.
Pero ya no viajo. Mi compañero de habitación en la pensión de París dice que no hay tal cosa como viajar al futuro, que los manicomios no existen y que me deje de fantasear para evitar trabajar en el bar. Entonces por las noches me sujeta con todas sus fuerzas y ha logrado a base de voluntad que me deje de andar cambiando de escenarios como si tal cosa. Estoy enojado con él, pero lo entiendo.
Extraño con locura -eso sí- a mi inseparable muñeco de trapo y a un par de zapatos bastante buenos, que quedaron en mi pieza, del otro lado, ya creo que para siempre.