lunes, 29 de junio de 2015

Deseo

Estaba agitada, se le cortaba la respiración y la noche cerrada hacia más difícil que escapara de mí sin correr riesgos de tropezarse o golpearse con algún muro repentino. Tuve piedad por un instante, frené para verla correr y casi desisto, pero otra vez el deseo me ganó y la seguí persiguiendo al menos por unas cinco cuadras más.

De repente se detuvo en el medio de una plaza mal iluminada. Sólo estábamos ella y yo. Alcancé a explicarle entre palpitaciones que ella era mi musa y que por favor no se escapará más. Le dije algo de mi historia de escritor y de mi mal estado físico que creo le arrancó una sonrisa. Al rato, con un poco más de aire y siempre a cierta distancia me contó que ella sólo era una chica común y que no entendía nada de lo que yo le decía. Me alcanzó con eso. Le tiré un beso al aire como reconocimiento y creo que pedí disculpas mientras me iba a las corridas a buscar mi viejo cuaderno, que en la carrera se me había caído de la mochila unas cuadras atrás. Creo que al doblar la esquina percibí en ella cierta melancolía. Lo cierto es que esa mirada nocturna por fin me sugirió un relato, que ahora termino de garabatear a las apuradas en el viejo cuaderno mientras me seco la transpiración. Sé que jamás volveré a verla, y que si algún día nos cruzamos será lo que me dijo, una chica común, vestida de rutina, y yo disimularé mirando para otro lado, y todo será gris, como desde siempre.

domingo, 28 de junio de 2015

Inercia

La maldita página en blanco sigue burlona, llena de inercia, de lugares comunes y previsibilidades.
No sé cómo salir de ella, ni cómo salir de vos. Son muchos años y el envión de este matrimonio cansado nos lleva por cualquier lado. A su puro antojo.
Intentamos encontrar sorpresa donde ya por definición jamás la habrá.
Intuyo a tu amante y vos mis deslices de verano. Y de invierno.
Nos miramos en el café. Me tomás la mano casi de un modo maternal.

- Los chicos ya están grandes.

Se te escapa el brillo de lo que seguramente es una lágrima.
Pido la cuenta y extrañamente, como apresurados, empezamos a llenar esta página. Nos metemos en los detalles de cómo será mi futuro departamento de soltero. Me alucina pensar que hemos decidido -de algún modo extraño- no hablar del centro de la cuestión (nuestra separación, te dejo, no me querés más, tomemos un tiempo y tantos etcéteras). No. Hemos empezado en complicidad por los asuntos laterales, por los precios de los alquileres, por la posibilidad de que quizás cada tanto me visites cuando venga alguno de los chicos. Me río. Ya imagino mi querido escritorio -hoy sepultado de libros- lleno de plantas en unos pocos días, para que por fin ganes la pulseada (una más de tantas) y aparezca por fin tu pequeño jardín interno en la casa.

Por un rato hacemos silencio. Creo que muy de a poco me soltás la mano. Evitamos mirarnos.
Suena de fondo un tango, y el tráfico de media mañana.

Ya no somos.

viernes, 26 de junio de 2015

Viento
El otoño se asoma otra vez, inspira a decenas de escritores, que hasta hace unos días no tenían mucho para decir, y le da pie a Tomás para enhebrar esa historia que sabe que enamorará a Cecilia.
La garabatea en medio de la nostalgia de hojas secas y amarillas y corre a esperarla a la parada del micro, con mucho frío y la nariz roja que sobresale de la bufanda.
Cecilia llega como desentendida, se llevan su mirada los árboles añosos y ocres.
De repente se encuentran y seguramente el clima de inspiración y el romance latente en la atmósfera los ayuda a que -sin mayores vueltas- él le entregue el papel escrito y ella se suba al micro con curiosidad y algo de vergüenza.
Las primeras hojas caen. Él ya vuelve a su casa, esperando con timidez alguna respuesta. Pero algunos metros más allá el papel disimuladamente cae también de la ventanilla del micro, que presurosa se cierra.
Ahora el otoño los ve alejarse, con esa tristeza que lleva a todos lados.
Anochece. El viento se lleva las hojas y los papeles por igual.