lunes, 29 de junio de 2015

Deseo

Estaba agitada, se le cortaba la respiración y la noche cerrada hacia más difícil que escapara de mí sin correr riesgos de tropezarse o golpearse con algún muro repentino. Tuve piedad por un instante, frené para verla correr y casi desisto, pero otra vez el deseo me ganó y la seguí persiguiendo al menos por unas cinco cuadras más.

De repente se detuvo en el medio de una plaza mal iluminada. Sólo estábamos ella y yo. Alcancé a explicarle entre palpitaciones que ella era mi musa y que por favor no se escapará más. Le dije algo de mi historia de escritor y de mi mal estado físico que creo le arrancó una sonrisa. Al rato, con un poco más de aire y siempre a cierta distancia me contó que ella sólo era una chica común y que no entendía nada de lo que yo le decía. Me alcanzó con eso. Le tiré un beso al aire como reconocimiento y creo que pedí disculpas mientras me iba a las corridas a buscar mi viejo cuaderno, que en la carrera se me había caído de la mochila unas cuadras atrás. Creo que al doblar la esquina percibí en ella cierta melancolía. Lo cierto es que esa mirada nocturna por fin me sugirió un relato, que ahora termino de garabatear a las apuradas en el viejo cuaderno mientras me seco la transpiración. Sé que jamás volveré a verla, y que si algún día nos cruzamos será lo que me dijo, una chica común, vestida de rutina, y yo disimularé mirando para otro lado, y todo será gris, como desde siempre.

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