sábado, 15 de agosto de 2015

Caminos

Ahora Liliana me da la torre y la coloco como si nada en su lugar del tablero, a la eterna espera de una nueva partida. Está con polvo y se nota que ha sufrido algún ajetreo porque se le adivinan machucones en la base y algún quiñe que la despintó. Pero se yergue segura de sí misma… vamos, que aquí no ha pasado nada, somos otra vez ajedrez, roles, previsibilidades de juego, y no el impredecible periplo que bien podría ser el lado b de la misma historia, ya se sabe cómo son esas cosas, empieza con una discusión, una pavada de si moviste vos o yo, a quién le toca, pura distracción y la pobre torre botín de guerra entre manos apretadas y sudorosas, y la discusión que se pone un poco tensa y de ahí al insulto fuerte sólo un paso, y para qué... La torre termina en el piso sobre la alfombra, casi escondida bajo la cama, apenas asomando, pero la pelea quedó, esas cosas que se dicen y que tanto hieren, mirá, mejor me voy a tomar un poco de aire, no te aguanto más, ma sí, andá, todo por una jugada de ajedrez, pero ahora la bola de nieve es demoledora y entonces esa noche ella que se sumerge en brazos de otro porque está harta de los maltratos…y bien se sabe que siempre quedan amores inconclusos a los cuales recurrir cuando pasan estas cosas, y a su vez el dueño de los brazos que por hacer de amante faltó a su otra cita (de puro apasionado se olvidó, la verdad), cita de la cual podría haber surgido algo interesante en el trabajo y ni te digo el viaje a España que tanto le prometieron, pero a una cita no se falta, eso es falta de interés acá y en cualquier lado, entonces un teléfono se levanta y dice no, no vino, que lo ocupe la chica nomás, esa chica en Córdoba que tanto ha esperado la oportunidad para el viaje a España y le suena el ring y no puede creerlo, valijas, pasaporte, todo a las apuradas en apenas dos días, besos a todos, les escribo cuando llegue, a ver cómo me va, y llantos en el aeropuerto y más llantos al otro día cuando se ve que las alas del avión en el mar son ésas, y las familias desesperadas esperando ese milagro que no va a venir, nadie sobrevive allí en el agua helada, y unos días después mientras mira esa noticia terrible en la televisión la mujer que limpia en la casa encuentra la torre probablemente pisoteada por los chicos – que no cuidan nada- y se la da a Liliana, que a su vez me la devuelve y yo le cuento así como al pasar que hace mucho que no jugamos en esta casa, aunque creo que la otra vez Mariana y su novio jugaron un rato, qué descuidados, a ver dame que la dejo de nuevo en su lugar.

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