miércoles, 15 de julio de 2015

Message

La sincronía es más que aconsejable a la hora de lanzar mensajes en una botella. De nada sirve vivir en el pueblo costero donde aparece el milagro y la locura de la gente por algo tan escurridizo y fantástico como una de esas botellas enigmáticas. Tampoco ayudan las interminables interpretaciones de un texto que no se deja descifrar y que ni los sabios viejos alcanzan a comprender. Tarde o temprano pasará de mano en mano hasta que el desinterés le gane a la curiosidad y ya no será el misterio ni la discusión en los fogones, será sólo un papel absurdo, inentendible, que por pura casualidad queda en nuestra repisa a la espera de tiempos más claros, de nuestra propia vejez quizás, época en que esas palabras extrañas cobran algo más de sentido, al tiempo que decidimos embarcarnos en el viaje que sabemos riesgoso. Y decidir llevarla intuitivamente con nosotros empieza quizás a destejer la ironía, sobre todo cuando el barco finalmente naufraga y lo único que tenemos a mano aparte de unos pocos víveres es la bendita botella, que ha recobrado todo su sentido y que lanzamos con toda la fuerza, ahora sí en sincronía con nuestros últimos instantes en esta extraña vida.

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