jueves, 17 de septiembre de 2015

Cómplice

Vení, recién estamos al principio del relato...lo sé, pero necesito que me tomes la mano y me prestes tus ojos al menos estos primeros párrafos. Los dos sabemos que la vida es una locura en estos días, que nuestro poder de concentración es igual a cero, que cualquier pavada se lleva nuestra atención, no obstante te lo ruego porque María espera en la esquina, angustiada, en penumbra, bajo la lluvia suave, y ni siquiera sabe que te estoy hablando, ella sólo me espera a mí, a mi pluma, mis decisiones, ignora a qué extraños rumbos la voy a llevar.
Necesito que seas -conmigo- testigo de su infancia, de sus días duros en el internado, de ese inexplicable viaje a Irlanda, de sus sueños. No sé si darle una hermana o no, si hacerla sumisa o de carácter, pero al menos resolvamos lo inicial, sacarla de esa esquina, abrigarla y llevarla a un bar cercano donde pueda guarecerse. Tampoco sé si a esta altura estarás siguiendo el derrotero de estas líneas, ni si sabrás que también es importante aquello que vos imaginás de ella, porque mi intuición por momentos se apaga, necesito un cómplice, alguien que disimule y tome decisiones por mí mientras descanso un rato. Sé qué tendré que hacer esfuerzos enormes para retenerte, percibo que tu concentración cae, infinidad de ruiditos cotidianos se disputan tu atención, mis dedos se cansan de tipear y tus ojos esperan con cierta comodidad la oración siguiente, y María, mientras tanto, se cansa en el bar, un par de copas y un día difícil la llenan de sueño, y así estamos los tres, ella vos y yo, y este relato... que ya quiere desvanecerse, porque hago mis mejores esfuerzos pero tampoco soy mago, y de a poco siento lo inevitable, que me soltás la mano con algo de compasión, y la verdad no tengo reproches para hacerte, y mientras tanto María se va, alguien ha venido a buscarla pero no ha sido mi decisión, ahora soy un mero testigo de su vida como vos, que me mirás con ternura y ya me has dejado a mi propia suerte, solo, cargado de tristeza, en esta última esquina de letras, y mientras la luna aparece indiferente y baila sobre los tejados como cada noche, entre los tres miramos con escepticismo y nostalgia el consensuado punto final.

1 comentario: