viernes, 27 de enero de 2017

Alturas

¿Cuánto más podrá durar...?
Aunque eso... ¿qué importa ahora?
En mi vuelo lento y suave, voy empujando la brisa. Y allá en las alturas, detrás de las inmensas rocas que sobresalen, vuelvo a verlos.
No creo que me hayan divisado... mi plumaje se confunde con los pedazos de nieve, y la montaña me refugia.
Ellos, en cambio, en sus camperas rojas, se distinguen vivamente del blanco eterno que los rodea...
Ahora me detengo, a esperar el final.
Los antebrazos y las manos apretadas arman un puente entre los dos. Creo que se romperá. Tarde o temprano no será más un puente...
Se miran.
El de arriba no habla. Sólo deja escapar algunas lágrimas, que bajan por su rostro quemado de sol hasta perderse en la barba mojada y sucia.
El de abajo ha dicho algunas cosas para animarlo, pero ahora vuelve al silencio. Atina a mirarse la bota derecha, para ver si sigue apoyada en un pequeño escalón de piedra, que Dios ha puesto ahí para dejarlos hablar un rato... Sabe que no será por mucho tiempo. Sólo cabe esperar que se parta en pedazos, y lo deje a la suerte de un brazo tembloroso.
Me impresiona verlos a miles de metros, en medio del abismo.
No logro entender qué vienen a buscar acá, donde nada tienen... sólo el viento helado, la nieve, y la soledad que trae tanto silencio...
Ya queda poco, puedo sentirlo.
Los brazos empiezan a ceder por milímetros,... y no sé si quiero ver lo que sigue.
La ropa mojada tampoco ayuda. Sus manos buscan con desesperación un pedazo de tela seca, para sujetarse, ahora más que nunca.
Pero el escalón vuela hacia el abismo, y los deja a merced de los segundos que restan.
Ya no hablan. Creo que una mirada lo ha dicho todo.
Y el de abajo se suelta, para irse solo...

Escucho el viento, con su sonido de siempre, avisándome de la tormenta que viene.
Ya debo bajar a buscar el alimento para mis crías... Pero esperaré hasta no escuchar más ese llanto entrecortado que llega a mis oídos...
El silencio volverá,... inevitablemente.
Como en aquel tiempo..., recuerdo, en que nadie subía hasta aquí.
Y todo era paz.

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