viernes, 2 de mayo de 2014

Desafío


Titila. Titila el cursor y me desafía a llenar ese infinito blanco con una mínima historia, que cierre, que seduzca, que tenga sentido y nos lleve al menos por unos instantes a un mundo de fantasía o de dolor, con nombres, tramas, aventuras, algo. Le ofrezco la historia de dos hermanos que buscan incansablemente un libro prohibido de la infancia mientras hurgan en las cosas del abuelo. Las esposas toman el té en la finca, con ese sol de campo que tanto extraño. No saben que ellos, metidos en el galpón de las cosas viejas, a unos pocos metros,  están por dar con el libro, y apenas tendrán un instante para entender por qué era un libro prohibido. Ellas toman el té despreocupadas hasta que luego de un largo rato los temas se van acabando, el sol amenaza con irse, llega el frío y se suceden los primeros gritos hacia el lado del galpón, que no llevan a nada, entonces una que se levanta enojada a buscarlos, mientras la otra se ofrece amablemente a levantar las cosas del té, en un aburrido ritual que tampoco lleva a nada, sólo sirve para recordarlo como ritual, para repetirle a los detectives por millonésima vez eso, lo del té, lo del sol y lo de los hermanos que nunca regresaron, y los llantos, y el absurdo, todo porque allá al principio el maldito cursor, voraz e insaciable, titila.

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