martes, 29 de abril de 2014

Página 78

Quizás no haya sido el mejor nieto, es cierto. Pero mi abuelo era hosco y de pocas pulgas. Nunca fue cariñoso con nosotros y se limitaba a retarnos por las diabluras de la siesta. Aún están las marcas de nuestras navajas en el ombú que él tanto quería. Cuidaba mucho a mi abuela, que vivía leyendo vorazmente de a tres y cuatro libros y no se comparaba a otras abuelas, tanto más dulces que tenían mis amiguitos de antaño. 
Por eso lo de los señaladores. Cuando se me ocurrió por primera vez entendí que iba a ser una tentación inevitable. Esperaba paciente y cuando ella se recostaba en el sillón después de almorzar me acercaba en silencio y cambiaba todos los señaladores de las páginas donde estaban. Lo demás era esperar a ver su ceño fruncido, sus insultos en gallego antiguo y alguna que otra discusión con quien anduviera cerca. Lo difícil era tratar de evitar la risa escondido detrás del otro sillón. 
Cuando el abuelo se dio cuenta me llevó de la oreja afuera y me dijo amenazante que no lo volviera a hacer ni una vez más, porque él haría lo mismo conmigo. No me gustó su mirada. Vi algo en sus ojos que nunca había advertido antes. Y tampoco entendí la amenaza porque yo en ese tiempo no leía libros y mucho menos usaba señaladores.... El miedo duró algunos meses hasta que otra vez me ganó la tentación. El aburrimiento de la siesta era demasiado y de nuevo la vi acostada, dormitando esos veinte minutos sagrados. Me aseguré que el abuelo no anduviera cerca y los cambié todos de lugar. Me resigné a no ver el resultado en persona y fui a jugar con mis amigos lejos de la finca.

Ya llegada la noche el viejo me esperaba afuera sentado, fumando. Disimulé todo lo que pude y saludé a mis padres que nos habían ido a buscar. Cuando pasé a sus lado sólo murmuró... "No te conviene ir a dormir". 
Esa noche sentí mucho miedo, pero finalmente el sueño me ganó.
Tenía 9 años, lo recuerdo bien. 
Pero he despertado con 78, una cara y un cuerpo extraños..., una anciana que comparte la cama conmigo y voces de personas que desconozco por completo. 
Apenas si logro reconocer algunos ambientes de la vieja finca.

No entiendo qué puede haber ocurrido

1 comentario:

  1. Sin la última oración ("No entiendo qué puede haber ocurrido") es un cuento espectacular

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