sábado, 26 de diciembre de 2015

Una nuez

Es más que sabido que, en general, las nueces traen adentro sólo el exquisito producido que les brinda de la naturaleza, y que suelen terminar -sin mayor escándalo- en alguna picada o media tarde en el campo. Hasta ahí, todo bajo control. El problema aparece cuando uno positivamente sabe que dentro de una de ellas, (sólo dentro de una, entre cientos de miles), viene escondida una historia. Con sus personajes, su trama y el sinfín de elementos que hacen de los buenos relatos algo mágico e inexplicable. Mientras tanto uno, sin mucho más que hacer en esta vida, y en el medio de una siesta anodina de campo previa a la Navidad, mira indiferente cómo la abuela, con el mayor de los placeres, va rompiendo una a una las nueces de una enorme canasta. De repente entonces llega la epifanía, el mensaje, la evidencia. Pero la abuela charla animadamente con tres amigas instaladas alrededor de la mesa mientras destroza con admirable habilidad cada una de las nueces. Interrumpirla con semejante locura es sencillamente impensable. Sigue uno con horror las manos añosas y el rompenueces que, cual máquina mortal, va terminando con inusitada velocidad con las cáscaras. Hasta que ocurre lo inevitable: la abuela ha dejado de hablar porque una de las nueces se resiste a romperse y ella, que es de pocas pulgas y enojo fácil empieza a blasfemar en su italiano natal mientras casi se empina para destrozar con sus dos manos y brazos a la nuez rebelde. El clima se pone tenso, las amigas observan espantadas y a uno ya no le quedan dudas, sabe que ahí adentro están por morir esos pequeños héroes que desde adentro seguramente resisten con todas sus fuerzas. Entonces se lanza encima de la abuela ante la mirada atónita de sus amigas, la empuja y le saca de un manotazo la nuez, dejando a la mujer maltrecha en el piso y huyendo con el preciado tesoro por las viñas. Escucha los primeros gritos dentro de la finca y los insultos de la familia, que empieza a salir enfurecida a buscar al demente que casi mata a la abuela, y justo cuando a uno le están por dar caza entre varios primos furiosos lanza con todas sus fuerzas la nuez, que se pierde y se camufla en infinito marrón de la tierra. Y sabe con alguna nostalgia que quizá ahora la vida sí tenga sentido, y al tiempo que recibe los primeros golpes, intuye que al menos una historia - seguramente una buena historia- ha sido salvada.

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