domingo, 28 de febrero de 2016

Dato

Un novelista tristemente olvidado y cuya obra atesoro en mi escritorio me lo dijo una tarde. Contó que él sólo había pasado cerca, pero que no tenía la menor duda porque la había seguido hasta esa casa una noche de neblina y la vio entrar junto a otras dos en forma disimulada.
Lo pensé varios años porque él me aconsejó no ir, pero una noche de vacío y desesperación decidí enfilar hacia allá. Me consolé pensando que sólo espiaría desde lejos, pero cuando estuve a unos metros entendí que el dato era evidentemente cierto: él había encontrado el lugar donde las musas pasaban la noche, descansaban y se turnaban. Supe que tocar la puerta era espantarlas, de modo que entré sin avisar. Lejos de asustarse, cada una siguió en su lugar. Había un clima de tristeza en el ambiente. Sonaba de fondo algo que aún hoy no puedo recordar. No me animé a decir palabra porque me sabía un total invasor en aquel lugar. Muchas de ellas siguieron conversando como si nada. Unos minutos después se levantó la más vieja y me dejó claro que no debería haber cruzado ese límite.
- Ahora va a dar media vuelta y se va a ir... Entenderá que en adelante no lo vamos a visitar ni a sugerirle historias.
No dije nada y empecé a retroceder muy asustado. Cuando ya casi llegaba a la esquina la mujer se asomó a la puerta e intentó suavizar la pena:
- Si quiere puede contar esta última historia sobre las musas.... los dos sabemos que nadie va a creerle.

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