domingo, 10 de mayo de 2015

Bastón

De niño jugando con él una y otra vez, tirarlo, volverlo a acomodar, escuchar los retos del abuelo, ponerlo en su lugar. De joven mirarlo con esa indiferencia de las cosas que jamás vamos a utilizar porque sencillamente somos eternos. De grande ver cómo algún escritor famoso usa el suyo para apoyarse y para tener estampa de sabio. Ahora, en la cama, en mis minutos agónicos y finales, imaginarlo apoyado -como desde siempre-, en el mismo lugar de mi niñez, con la elegante inmortalidad de los objetos que nos ven pasar por la vida ejercitando esa piedad milenaria que sólo ellos pueden tener.

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