sábado, 9 de mayo de 2015

Don Torres


Se declara livianamente que la batalla de Maipú fue en tal año, que tuvo tal o cual modalidad y que vio ganar a cierto ejército. De ese sencillo modo la ubicamos -seguramente- en algún nostálgico momento de la escuela primaria, hace ya tiempo perdida en la infancia, y nos quedamos tranquilos pensando que San Martín y Chile, que el mapa, que la bandera, que las bajas realistas, por lo que sin mayor conflicto cambiamos de tema. De ese modo, entonces, encadenamos con el asunto que sigue y así es como guardamos todo en miles y miles de estantes, con pequeños rótulos... la batalla de Maipú, el precio del tomate, el asesinato de Kennedy, la poesía de Storni, el recorrido del 8. Nos tranquilizan y nos hacen especialistas en los más variados tópicos. Pero Don Torres quedó estancado allí, no pudo superar la batalla de Maipú, disculpen que insista. En cuanto se enteró del asunto (la leyenda dice que extrañamente fue ya de grande, en el campo, en una nocturna charla con su abuelo) no pudo sustraerse jamás a estudiarla, intentar revivirla, fabricar uniformes y armas, escribir sobre ella, hablar y hartar a sus familiares y amigos sobre el tema, sumar divorcios, urdir bibliotecas y buscar anécdotas hasta el cansancio, al punto incluso de hacerla más trascendente de lo que fue. 
El pueblo lo odiaba. Toda su existencia fue devorada -inexplicablemente para nosotros- por esa batalla sanmartiniana, hasta que murió. Los deudos en presumible venganza se rehusaron a hacer cualquier mención en su lápida sobre semejante obsesión, pensando de ese modo liberar de una vez a Don Torres del flagelo que se lo llevó en vida. Con tranquilidad y alivio dejaron el cementerio ese día, y se prometieron jamás volver a mencionar la batalla, (lo que, irónicamente, no hizo más que volver a traerla a su recuerdo personal una y otra vez.) 
Cada uno siguió con su vida. 
Médicos y psicólogos ensayaron explicaciones insuficientes sobre el síndrome de Don Torres, y más de uno a partir de entonces vivió con el temor de ser absorbido por algún tema, para nunca más poder dejarlo. 
El universo acecha, y tarde o temprano nos tragará sin piedad el asunto que fatalmente nos ha elegido, y que en algún lugar nos espera con milenaria paciencia. O quizás ya estemos en él, sin advertirlo.

1 comentario: